8.8.11

Un día especial


El cuarto es más bien modesto. Se pueden ver la cama, algunas camisas dobladas a su lado, una toalla, dos libros en el buró, un portarretratos, un cenicero con dos colillas, un pequeño tocador sobre el cual hay un peine y una botella de loción. Hoy se levantó media hora antes que el despertador sonara. Fue directamente al baño. Estuvo tarareando una canción cuyo nombre desconoce. Se puso una de las camisas que estaban en el buró. Es nueva. Hoy está estrenando. Se preparó un café. Toma mucho café. Demasiado. Claro está, primero no fue por mero placer pero ahora se le ha vuelto un hábito, incluso antes de ir a trabajar se toma una, a veces dos tazas. Se peinó sin mucho más cuidado que cualquier día. Se preparó algo de comer. Acostumbra hacer su comida más fuerte a estas horas.

Hoy por la tarde, en el edificio Hombres Ilustres un grupo de personas puso manos a la obra en el plan secreto que desde hace más de una semana les quemaba los labios. Globos. Muchos globos. Poco a poco fue llegando gente, todos con algo en las manos: regalos algunos, ollas con comida otros, discos, alguien con un pastel, uno más con una gelatina.

Terminó su comida. Dejó el plato en el fregadero. La taza lo acompañó al cuarto. Se sentó en la cama. Coqueteó con las últimas gotas del café pensando muchas cosas. No verá a su esposa hoy tampoco. Ella llegará del trabajo cuando él ya se haya ido. Y viceversa. Se terminó el café. Pensó que tal vez alguien llamaría hoy. Tal vez fue ingenuo: sabe que nunca le llama nadie. Tomó el portarretratos, vio esa imagen de él y su esposa sonrientes. Una foto de hace unos tres años. Todo ha cambiado ahora. Menos su amor por ella. Se ven sólo los domingos y otros dos días al mes. Extraña aquellos tiempos cuando solían salir a caminar un poco, a cenar algunas veces. No tenía muchas ganas de ir al Hombres Ilustres pero sabía que no iba a quedar mal, nunca fue malo cumpliendo compromisos.

Han llegado casi todos, todo está casi dispuesto completamente. Dos o tres invitados más y el festejado, claro está, completarán el plan. Falta poco para que comience la fiesta pero el ambiente es ya de lo más jubiloso.

Dejó la foto y terminó de arreglarse: corbata, saco y loción completaron el atuendo de hoy. Antes de salir a la calle descubrió una nota de su esposa en la sala. Sonrió al leerla. Se la guardó en el pantalón. Volvió a pensar cuánto deseaba verla hoy. Salió a la calle con una tristeza casi cotidiana. Pensó que extrañaba a sus amigos, que tenía tanto sin verlos, sin tomar, sin cantar con ellos. La noche de hoy fue de cielo abierto y una luna a medias la coronaba. Volteó a ver el panorama cósmico antes de parar al taxi. Al edificio Hombre Ilustres, le indicó al chofer.

Todos saben que llegará pronto. Todo está listo. Alguien está muy cerca de la ventana para avisar que el festejado llegó. El plan: apagar las luces, gritar, Sorpresa.

Bajó del taxi, entró al edificio. Parece que hoy es día especial, creo que habrá fiesta en el seis, le dijo el elevadorista del turno vespertino y se despidió. Sonrió al saber lo de la fiesta. Pensó en su esposa y se sentó en el elevador a esperar. Sacó de la bolsa izquierda de su pantalón un pequeño papel blanco, leyó en la caligrafía cursiva de su esposa, Cuídate, no tomes mucho café. Dentro de unos quince minutos llevará al festejado al piso tres. En una hora se tomará su primer café de la noche. Su día de descanso será hasta la semana que entra y su cumpleaños hasta dentro de dos meses.



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