31.7.11

Treinta noches en Viena

La mañana del siete de diciembre te levantas con un dolor en la espalda. No puedes recordar todo de forma precisa, pero las náuseas te alertan de pronto, volteas y descubres a un lado el cuerpo de tu esposa, conservaba aún un gesto de calma. Ese gesto parece indicar que estuviste certero. Te detuviste a ver el libro. Por qué te llamó tanto la atención. Treinta noches en Viena. Lo hojeas y, al llegar a la página treinta y ocho, descubres la nota con el apunte presuroso, Parece que mi marido sospecha. Lo regresas a la bolsa. Qué buscabas anoche. No puedes recordarlo. Por qué te detuviste a ver el libro. Volteas a ver a tu mujer. Parece que mi marido sospecha, esa frase que sigue retumbando en tu cabeza. Y quisieras despertarla y preguntarle, con la calma que anoche no pudiste haber tenido, qué significa tal cosa. Por qué ayer que marcaste por teléfono ella no estaba en la casa, como se supone debía estar. De pronto entiendes todo, no es que sepas la verdad completa, sólo entiendes lo que hiciste. Y qué pretexto poner, si las cosas pueden probarse, alegar que te engañaba, pero aún falta saber si puedes probarlo. Y si te largas ahora mismo. A dónde. Te paras al baño, te restriegas la cara con un poco de agua. Levantas el rostro y desde aquí, en el espejo, ves el cuerpo desnudo de tu esposa. Recuerdas que la bolsa estaba abierta. Para qué te acercaste. Treinta noches en Viena. Sacaste el libro y lo hojeaste. Páginas treinta y ocho y treinta y nueve. Fuiste a la cocina. Desde aquí se ven los dos certeros golpes de cuchillo en su vientre. No pudo hacer nada. Entonces te echas a llorar coqueteando con la idea de ir por el cuchillo para ti.

La tarde del seis ella entró a la tienda y lo descubrió en el tercer estante. Treinta noches en Viena. Siempre le gustaron los libros de segunda mano.


30.7.11

Apagar el incendio

Una pequeña gota de sudor por fin salva tu mejilla, se deposita en la comisura derecha de tus labios. No pruebas la sal. Huele a papel quemado. El calor finalmente hace que despiertes. Tu cuarto está en llamas. El fuego obstruye la puerta. Te pones de pie, tomas una almohada y rompes un ventanal al lado derecho de tu cama. Sin problema alguno, sales. El ventanal da a un patio. En el patio hay un grifo. Bajo el grifo, dos baldes: uno lleno de agua, otro vacío. Empiezas a apagar el incendio. 

Una pequeña gota de sudor por fin salva tu mejilla, se deposita en la comisura derecha de tus labios. No pruebas la sal. Huele a papel quemado. Esta vez no despiertas: estás demasiado ocupado apagando el incendio.


Publicado originalmente en México Kafkiano.

29.7.11

Prolegómeno a La Isla, de Anthol Fugard

Algo completamente distinto para hoy:

Prolegómeno a La Isla, de Athol Fugard by alex zúñiga


Esto es un experimento de diseño sonoro que hice el año pasado para teatro, en el montaje de La Isla de Athol Fugard que dirigió Ian Hoppenstedt.

El proceso requirió más de 50 canales de efectos, una docena de pistas rítmicas y la inclusión de algunas viejas piezas mías y Life in a Glass House de Radiohead.

La narración subyacente incluye a dos presos -en una isla, a la orilla del mar- que son despertados por la alarma y deben empezar a cavar y tapar sus propios hoyos con la arena extraída, repetitivamente, hasta que ese movimiento mecánico deviene en desesperación. En la pieza se pueden escuchar los sonidos ambientales, al celador silbando una cancioncilla triste, las palas, la arena y muchas cosas más. La pieza tenía como fin inducir la claustrofobia de los presos y la desesperación de la repetición en el espectador.

Es recomendable escucharla con auriculares.

28.7.11

Otoño

viniste a mí cuando la calle se cubría con la piel amarilla de los árboles
en esa muda que desnuda los arbustos
y la tierra reclama su antigua vestimenta
te conocí en otoño
como si yo también mudara desde el fondo
como si algo en mí
o quizás todo
se hubiese renovado
y fueron tus palabras
pero también los estrictos silencios
lloviendo dentro de mí
hasta que quedaron desnudos
los titánicos árboles de letras que cuidé por años
luego me dejaste pobre
desnudo de cuanto tenía y cuanto creía
y de tan gentil hojarasca me nació una voz nueva
trémula
como el temblor secreto de una hoja en su vuelo
yo he dicho que viniste a mí en otoño
y hay otro otoño en la ventana
otra vez las hojas anticipan invierno
emprenden de nuevo ese vuelo nocturno
como mi cama
que se siente desnuda
de pronto
sin tus brazos
ni tus besos.

27.7.11

Génesis Confeso

yo he nacido del fondo de tus ojos:
inventados de tus iris mis centímetros,
en tu vista soy la fruta que despierta,
la fría mañana contenida en el rocío,
la potencia de sólo la semilla.
en tu vista nazco y ahí muero,
el silencio de tus ojos me ha nombrado,
de ahí nací erigido por tus luces,
por la inagotable oscuridad de tu sonrisa;
nací de tu pequeño demiurgo,
de las pléyades que guardas tras la lengua,
de ahí engendraste mis dedos y mis uñas.
mis ojos son sin fondo:
sólo en ti se encuentran y terminan.

yo he nacido de tus silencios que me dices,
de tus cantos nocturnos y enfadados,
fui nato de tus piernas y tu ombligo,
de tu utópica nariz, tus pechos blancos,
de tus sonrisas tímidas y tus gestos de reojo,
nací de tus claros espirales
y en tus beatrices fui parido de tus soles.

cuando no agoto ni tus valles ni tus órbitas,
cuando tu desierto me parece tan pequeño,
ese día me acuesto muerto o sin haber nacido,
me acuesto no parido de tus manos,
no hecho por tus uñas ni tus vértices,
triste como un grano de sal bajo luna,
arcoiris nocturno soy entonces.

yo he nacido del fondo de tus pieles,
bajo tu pecho, en tus pulmones, en tu hígado,
hijo de tus vísceras y sales,
del polvo de tu ausencia me creaste;
yo he nacido
y no he vuelto a ser el que no era desde entonces;
para morir en ti nací, pues de ti vengo,
nací para envolverme,
para doblarme tibiamente
como luz de higo entre tus piernas,
he nacido de ti y a ti regreso,
porque tú estás en mí y yo en ti sigo,
porque somos nosotros aún sin serlo:
de la misma manera
que en tus ojos la luz nunca se agota,
sigo en ti como la ausencia:
sigo en ti como el silencio en la palabra silencio.

26.7.11

Antiguo Poema sin nombre #1

a estas horas se me viene la nostalgia,
a estas horas en que me estás lejos,
se me escurrió el karma entre el insomnio:
caracolas de aire y crisálidos llantos se aglomeran.

todo es tan pequeñamente infinito
cuando no estás o no es de noche:
los silencios de marfil que hay en tus pasos,
el ecléctico e hipnótico vaivén de tus mareas,
la noche que no duerme,
el sueño cíclico en los huesos;
intentos nacarados dolidos de lama y de ceniza:
oníricos intentos nacarados bañados
del incendio de tu falta.

se me va a hacer polvo este momento:
todo es tan limitado y pluricéntrico en tu ausencia,
todo es tan agostado sin tu brazos.
a estas horas te extraño, aquí, donde no estamos,
a estas horas de mi plástica ansiedad devora ansias;
se me cuela la noche entre los poros:
poco a poco la sangre no es motivo.
la espiral inmensa y cristalina de invisibles referentes
hace de la noche sólo noche:
a estas horas te extraño entre mis tibios labios ayunados:
a estas horas de ausencia y de deseo.

25.7.11

Arte Poética

contemplo, callado y tiritando,
dos y media esculturas de ceniza;
no me mojo ni la escucho
pero sé que afuera hay lluvia.
mi boca sabor a quemado
y mis hojas hastiadas de seguir en blanco
son todas las cosas que ahora me acompañan:
no tengo mujer,
no tengo un sueño que prometa:
tengo la noche cierta,
viva como la abeja,
enorme como el polen.

quisiera salir y contemplar la lluvia
describir esa gota que cae innumerables veces
leer una historia en la humedad creciente
unir cada sílaba que cae al suelo:
¿cuántas palabras habrá sueltas
en la boca del niño, del joven, del silencio?
¿cuántas palabras habrá náufragas
perdidas en los libros, en los pies de la mosca,
en el párpado de cada golondrina?

cómo quisiera unir esas palabras
juntar estas gotas que se ramifican
que se niegan (se hacen agua) cuando caen al suelo
cómo quisiera guardar la lluvia de esta noche en mi bolsillo:
“te traje una tormenta, amor mío”.

juntarlas todas, esas letras, esas sílabas,
que son cada gota de la lluvia
leer lo que el humo grita haciéndose aire;
¡quiero ser el hermeneuta de los pasos,
escribir “beso” también con mi saliva!
(cuántas canciones, cuántos cuentos,
cuántas rimas dirá el corazón cuando despierta).

que alguien me diga quién es el poeta
que escribe desde el cielo.
platíqueme cualquiera cómo hace el muerto
para escribir: “yo soy la vida”
(sobre él crece la flor y yo apenas y puedo,
medianamente, escribir algo acerca de los campos).

quiero escribir también sobre la vida,
pero la vida no es algo terminado
(la lluvia se escribe a cada gota)
quién sabe cómo escribir llanto
quién sabe cuánto moja la saliva.

quiero temblar con la fuerza
con la que tembló hoy la noche
saber cómo hace el cielo
para escribir lluvia con una sola sílaba.

habría que morir temblando
para decir algo acerca de este frío.

El Árbol

se mece bajo un lechoso mar
como bailando el vals del tiempo
al compás de los vientos de los días.

lo vi vestido a veces
con un plumaje espero
(oscuro vibrar de alas)
otras con mil verdes apiñados
y unas más
enjuto
como un titán que acepta dignamente
que perdió su ropaje en la batalla.

¿qué antigua verdad susurra?
¿qué cántico de cuna repite?

y también yo bailo al ritmo misterioso
de susurro y crujido
de madejas y hojas
de frutos y de plumar
y entonces
el árbol me revela
que elevarse
implica también recorrer
el camino hacia la apretada
y húmeda boca de la tierra.


/ publicado originalmente en México Kafkiano