yo he nacido del fondo de tus ojos:
inventados de tus iris mis centímetros,
en tu vista soy la fruta que despierta,
la fría mañana contenida en el rocío,
la potencia de sólo la semilla.
en tu vista nazco y ahí muero,
el silencio de tus ojos me ha nombrado,
de ahí nací erigido por tus luces,
por la inagotable oscuridad de tu sonrisa;
nací de tu pequeño demiurgo,
de las pléyades que guardas tras la lengua,
de ahí engendraste mis dedos y mis uñas.
mis ojos son sin fondo:
sólo en ti se encuentran y terminan.
yo he nacido de tus silencios que me dices,
de tus cantos nocturnos y enfadados,
fui nato de tus piernas y tu ombligo,
de tu utópica nariz, tus pechos blancos,
de tus sonrisas tímidas y tus gestos de reojo,
nací de tus claros espirales
y en tus beatrices fui parido de tus soles.
cuando no agoto ni tus valles ni tus órbitas,
cuando tu desierto me parece tan pequeño,
ese día me acuesto muerto o sin haber nacido,
me acuesto no parido de tus manos,
no hecho por tus uñas ni tus vértices,
triste como un grano de sal bajo luna,
arcoiris nocturno soy entonces.
yo he nacido del fondo de tus pieles,
bajo tu pecho, en tus pulmones, en tu hígado,
hijo de tus vísceras y sales,
del polvo de tu ausencia me creaste;
yo he nacido
y no he vuelto a ser el que no era desde entonces;
para morir en ti nací, pues de ti vengo,
nací para envolverme,
para doblarme tibiamente
como luz de higo entre tus piernas,
he nacido de ti y a ti regreso,
porque tú estás en mí y yo en ti sigo,
porque somos nosotros aún sin serlo:
de la misma manera
que en tus ojos la luz nunca se agota,
sigo en ti como la ausencia:
sigo en ti como el silencio en la palabra silencio.
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