Una pequeña gota de sudor por fin salva tu mejilla, se deposita en la comisura derecha de tus labios. No pruebas la sal. Huele a papel quemado. El calor finalmente hace que despiertes. Tu cuarto está en llamas. El fuego obstruye la puerta. Te pones de pie, tomas una almohada y rompes un ventanal al lado derecho de tu cama. Sin problema alguno, sales. El ventanal da a un patio. En el patio hay un grifo. Bajo el grifo, dos baldes: uno lleno de agua, otro vacío. Empiezas a apagar el incendio.
Una pequeña gota de sudor por fin salva tu mejilla, se deposita en la comisura derecha de tus labios. No pruebas la sal. Huele a papel quemado. Esta vez no despiertas: estás demasiado ocupado apagando el incendio.
Publicado originalmente en México Kafkiano.
0 personas tienen algo que decir:
Publicar un comentario